por el verdoso plenilunio,
la marea de las contaminadas
aguas gangrenó la putrefacta
herida, de un pueblo esquizofrénico,
que se busca, pero no se halla.
Y ahora,
yace sumergida la neoatlántida
en el abismo de un océano vacío:
sal que desinfecta indoctas bocas,
puños que entre olas emergen y se hielan,
sus dueños se han ahogado entre la masa,
¡como humanos, como ratas!
Tan solo la noche,
le resta a esta civilización marchita,
tan solo el inercial desastre,
del que nazca el niño olvidado,
tan solo la agónica rebeldía,
cuando no haya figura antropomorfa
que de mí merezca la esperanza.