miércoles, 27 de marzo de 2013

En madrugá

Sevilla se desnuda bajo la llena
luna, entre nubes y humo, incienso,
allá a lo lejos gime una corneta,
tras otro invierno, tras otra saeta.

Ríos de fuego, cirios y penitentes
preceden al de las tres caídas cristo,
en su calvario vio pasar los siglos,
siempre observado por diferentes gentes.

No cabe lugar en la de nadie mente,
cómo puede ser que dos labios se junten,
entre transeúntes, todo caótico,
entre los reproches, de algún católico.

C.D.

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