domingo, 23 de noviembre de 2014

La letanía homicida

Seducida por el precio de mi alma
extravía de su cauce y calma,
la copa de la letanía homicida
mi asfixia nocturna.
En la calle nada y todo parece vivo,
tampoco muerto,
tan solo se quedó el mundo,
lo suficiente quieto,
pues quedaron padre y madre sin aliento
por el amor congelados
entre pulso y silencio.
Materializa el erótico sueño,
el niño que en la cuna se mece
sin importar el tránsito del segundero.
No pudo la cortina insinuante,
guardar el familiar embeleso,
de mis pasos ebrios
que por la ventana penetran ajenos.
Aquí, en la puerta donde yo te solía,
tornó el dulce contacto del sabor
con el nuestro fruto amargo, y
de lleno se negó la visceral herida,
a extinguir lo que no pudo
ni el más osado alcohol.
Quise fingir mi extinta hombría
mas santiguó la mirada infinita
mi infantil ser enamorado,
y en la final agonía lloré,
solo ante mí y mi mentira,
el verso que jamás hube confesado:
“Qué te quiero, aunque me niegue a aceptarlo,
que aún me resigno, a haberte olvidado.”
El vómito ha hecho despertar a la cría
a la que siempre supe pude dar vida.
Encienden el ambiente que tantean,
las mismas caricias que lo adormecen,
al llanto tu abrazo puso freno,
quiso solo ternura ser tu beso.
Pese a que al tormento puso fin el tiempo,
aún cuando la oscuridad te inunda,
la misma sé que te preguntas:
de quién serían esos pasos,
que te resultan tan cercanos,
de quién serían esos pasos,
que algún día te fueron tan amados.


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